domingo, 13 de junio de 2010

El celu ... ese mal necesario.


Quien no se ha dado vuelta por la calle creyendo que hablaban con uno o que el “Hola!” era para nosotros y en realidad era alguien hablando por el celu? O viajar en colectivo sin mas remedio que escuchar la organización de planes laborales, de cena o de salidas que se van armando en el transcurso del viaje?. O cuando alguien convierte una sala de espera en un confesionario sentimental como si no se percatara que el resto de las personas es partícipe involuntario (pero no por eso menos atento) de esas confidencias?.

El celular es un mal necesario y eso lo comprobé cuando lo perdí tiempo atrás y estuve dos semanas en abstinencia no solo comunicativa, sino también con amnesia ya que olvidaba de hacer todo lo que agendaba y me lo recordaba la alarma del celular, cansada porque no estaba acostumbrada a depender de los relojes despertadores para levantarme y perdida porque tuve que recabar los números de mis contactos uno por uno.

Hoy leo una nota en TEMAS de LA VOZ (Tomate un celular) que me confirma científicamente lo que ya conocía desde la experiencia directa. Aquí extraigo las que considero que son las mejores partes del análisis que realiza la antropóloga Rosalia Winocur:

“El nuevo Robinson Crusoe ya no es el que teme estar solo, sino el que teme estar desconectado. Los desconectados son los nuevos excluidos que se suman a la larga cadena de exclusiones que sufre la mayor parte de la humanidad. Si no tienes un celular no eres nadie, eres un bicho. Al mismo tiempo se convierten en nuevas redes de disciplinamiento social; el que no está en alguna de esas redes, cae bajo sospecha. Desde las situaciones más cotidianas, como que alguien no atienda su celular y que te lleve a pensar "¿por qué no me contesta?". Seguro está con la amante, o le pasó algo, o es un desconsiderado, o está deprimido. Una vez que te enganchas en esta red, es difícil que puedas zafar, y si lo haces empiezas a ser sospechoso, son redes endogámicas”

“Así como el cigarrillo es expulsado cada vez más de los espacios públicos, el celular sigue por el mismo camino. Si existe un objeto que por naturaleza es capaz de hacer público lo privado, ése es el celular. Desde padres que hablan con sus hijos, esposas con sus esposos, esposos con sus amantes, hasta adolescentes desprejuiciados que reproducen música a bordo del colectivo para que escuchen todos los pasajeros. De a poco la restricción social se hace sentir. En los cines está prohibido su uso, en los bancos y en muchas escuelas también. Incluso en Córdoba ya existe un restaurante (de un conocido hotel céntrico) que invita a apagar el celular para disfrutar de la comida, no sólo para disfrutarla uno sino también, y fundamentalmente, para que la disfruten los demás comensales. No será difícil imaginar un futuro en el que los celulares vengan con alguna leyenda preventiva, como la de las etiquetas de cigarrillos, o como las contraindicaciones que traen los medicamentos”.

Ahora ya no puedo seguir ampliando esta nota porque tengo que responder varios mensajitos pendientes que llegaron a mi celular!.

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