jueves, 30 de julio de 2009

Palabras enrolladas


Quien no se ha tentado en leer las frases que traen escritas los billetes de distintos valores? El papel, en sus más diversas formas, invita a ir mas allá de las convenciones para garabatear algo sobre su superficie, aunque más no sean nuestras iniciales o alguna confesión de amor prohibido.
Incluso algunos políticos escribieron datos comprometedores en servilletas de papel sin siquiera imaginar que las mismas fueran a tomar el valor denunciante que luego tuvieron. Sin embargo, la realidad siempre supera a la ficción e incluso va más allá de la imaginación y de la función inicial de algunos objetos de papel, por ejemplo: enterarse de un rollo de papel higiénico que lleva impresa una novela de terror, un invento que solo a un japonés, acostumbrado a ahorrar espacio y tiempo, puede habérsele ocurrido. ¿Estrategia diferencial de marketing? ¿nueva alternativa de publicación que esquiva a las editoriales y se alía a las empresas de higiene? ¿un mensaje subliminal de que la novela de terror va a hacer cagar de miedo a quien la lea? O directamente un idea de m…da que va a terminar en el tacho de basura … y no precisamente en el del escritorio. Sea como sea, Koji Suzuki, publicó Drop, una novela corta (en cada rollo se repite 34 veces la historia, aproximadamente cada 90 cm) del género terror psicológico, que tiene lugar en un pequeño baño en Japón; hay que tener en cuenta que en Japón existe la creencia de que los fantasmas se esconden en los retretes, por lo que toma mayor relevancia que esta historia sea escrita para ser leída en el mismo lugar en donde se desarrolla, convirtiendo la novela en toda una “experiencia”. La elección del género terror y el imprimirlo en un tomo-rollo de papel higiénico me parece coherente y acertada ya que el baño no sólo es el escenario justo para una relajante lectura en el “trono”, sino también un excelente ambiente para la lectura de una novela de horror ya que trae a la memoria escenas como la de la película Psicosis, donde la sombra de una mano con un cuchillo ataca a una mujer en la ducha, o la de entes que ahogan a sus víctimas en la bañera y también de mensajes escritos desde el más allá sobre el espejo empañado del botiquín.

miércoles, 29 de julio de 2009

"Un gato me pinchó el pie"


Las charlas entre mujeres suelen ser muy variadas, algunas veces disparatadas y en casos extremos pueden llegar a parecer extrañas si las escuchan terceros. Un ejemplo de esto es la anécdota reciente, cuando recibí un mensaje de mi amiga Dámaris que me dejó estupefacta, el mismo decía “Un gato me pinchó el pie, es bravo como la dueña”; definitivamente el texto era incomprensible pero lo único claro era que estaba destinado a mi ya que tengo una gran predilección por los felinos, aún así no entendía de qué manera mi gato Tristán podria haber viajado de mi casa en un barrio al octavo piso del departamento de mi amiga en el centro, o en qué momento ella había ido a mi casa sin que yo estuviera para abrirle; además, ¿qué significaba la frase “me pinchó el pie”?, deduje que quizás se había equivocado de palabra y había querido escribir que la arañó. La curiosidad mató al gato y a mi el tema del gato me estaba matando de curiosidad. Entonces le pregunté qué le había pasado con un gato, si alguno la había atacado. En ese momento subí al colectivo cuando recibo su llamado con la explicación que aclaraba todo el misterioso malentendido: ¡Dámaris finalmente había encontrado el arito con forma de gatito que se me había caído en su cocina!. Días atrás, así como cayó desapareció por completo, más allá de que movimos todo, barrimos, tanteamos usando nuestros dedos cuál lector de braile, auscultamos el piso para ver a ras de él, pero el orgulloso gatito decidió aparecer cuando él quiso, prendiéndose del pie de mi amiga, incrustando el filo metálico de su cuerpo en la planta de su pie cual garras invisibles, y efectivamente, un gato habia pinchado el pie de mi amiga. Ahora pienso en lo ilógica que debe haber parecido nuestra conversación telefónica para el resto de los pasajeros del colectivo que habrán rescatado frases incoherentes como “gracias amiga por encontrarlo” “ahora sólo me falta la tuerquita” … y peor cuando ya delirábamos humorísticamente con ideas como “ponelo en una cuchita” “alimentalo bien” … creo que lo único en claro que esos casuales oyentes pueden haber concluido es “de seguro a la que le falta una tuerquita es a esta chica” … y si, así divagamos las mujeres en nuestras amplias charlas de amigas.

martes, 28 de julio de 2009

Blog ... analógico?


Lograr que un blog del mundo digital pueda materializarse en el formato analógico es un poco difícil de imaginar: ¿cómo hacemos con la magia tecnológica de los links? La respuesta podría ser: las reemplazamos por flechas que vayan indicando los saltos de texto; pero, ¿dónde estaría el espacio donde escribir los comentarios de los cyber lectores? en el caso analógico ya recibiríamos el feedback en el momento ya que los lectores estarían no-on-line, es decir cara a cara con la noticia. Pero, existen los blogs analógicos? No es una contradicción decir que un género digital viva fuera de su hábitat y navegue fuera del agua virtual? Acaso el blog analógico no pasa a ser nuevamente digital al comentar la noticia de su extraña existencia a través de internet? Existe esta nueva versión o es sólo un relato de ficción? Ciertamente en algunas ciudades han dado en llamar blog analógico a lo que sería una pizarra en la vía pública con noticias que se actualizan al momento y con el periodista al frente escribiéndola. Un caso paradigmático de esto es el de un liberiano, Alfred Sirleaf, quien desde el 2000 publica Daily Talk, un interesante "blog analógico" con noticias y opiniones en un boulevard de África, sobre un pizarrón ubicado a un costado de una de las calles más transitadas de Liberia, donde se detienen entre cinco y diez mil personas diariamente ¿Cómo lo hace?: En su mesa de noticias -tapera que llama newsroom- y que levantó con sus propias manos, escribe y luego, con un trapo mojado, borra lo que escribió el día anterior y redacta nuevamente. Además, cubre las corresponsalías pidiendo a amigos que le manden SMS a su celular y alquila espacios de publicidad a precio módico. Los ribetes quijotescos se hacen más claros si se considera que sólo el 20 por ciento de los que pasan por ahí sabe leer, razón por la cual el cronista usa símbolos y objetos, por ejemplo: un casco colgado y pintado de azul significará que allí hay noticias sobre las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas; un recipiente de metal indicará que la información aludida es sobre “la dama de hierro de Liberia”, Ellen Johnson-Sirleaf, la presidenta que se transformó en la primera mandataria de África luego de ganarle unas dudosas elecciones al futbolista George Weah allá por 2005. Por otra arte, en Coruña, España, otro hombre escribe en cartulinas que pega en las paradas de colectivos, allí descarga su ira contra los funcionarios locales por cuestiones sociales. En los dos casos, no es lo mismo un "blog analógico" que un graffiti, porque en este caso no hay periodicidad en la escritura, no se "actualiza" diariamente, como un sitio web de un diario.
En Chicago han ido más lejos y han creado un periódico de difusión gratuita que traslada al papel el contenido de los blogs. En The Printed Blog se nutrirán de los blogs que mejor valoren sus usuarios en la web, los imprimirán y lo distribuirán localmente, la empresa tiene 10 "empleados" y todos son voluntarios, y 300 blogueros han dado su permiso para reproducir sus contenidos.
Al dar a conocer esta nueva modalidad informativa tal vez en las peatonales céntricas aparezca algún blogger analógico que se anime a llamar la atención e informar al mismo tiempo, para eso no necesita energía eléctrica sino sólo una chispa de ingenio e innovación. La vitrina del monitor podría pasar a ser reemplazada, en Córdoba, por las garitas de las paradas de los colectivos que aún cuenten con sus paredes transparentes, las cuales serían los nuevos soportes informativos que sólo emplearían fibra y espacio en lugar de los ya conocidos instrumentos de comunicación: tinta y papel, pizarras y tiza o PC e internet

domingo, 26 de julio de 2009

Ingenuidades

Yo transitaba por la adolescencia cuando me enteré de que el famoso cerro Pan de Azúcar no era en verdad una gran montaña de azúcar. Me anoticié de esta, literalmente, amarga realidad, viendo a mis amigos morirse de risa por lo que les acababa de decir. Sin embargo, yo no les había mentido intencionalmente ¿De dónde obtuve ese dato? ¿Un error en el libro de geografía? ¿Alguien me había hecho una broma? Nada de eso, era totalmente verdad, pero una verdad que yo solo me había creado. Cuando oí tan extraño nombre por primera vez, no dudé de que aquel monte realmente estuviese hecho de azúcar, ¿por qué otro motivo podría llamarse así?

Con el correr de los años descubrí que otras personas también habían caído en este tipo de trampas a las que yo no sabía cómo definir. Estos autoengaños no son leyendas, ni bromas, ni bloopers, ni falacias, ni sofismas, ni silogismos, ni mitos urbanos; sin embargo llamarlas "Deducciones y Supuestos Propios Que Luego Resultan Ser Falsos" era demasiado largo e incómodo. Simplemente los apodé "ingenuidades".

A pesar de que el disco rígido de la memoria se me está oxidando, aún recuerdo mi pequeña recopilación; aprovecho esta ocasión para desempolvarla y sacarla a relucir por primera vez:

A los 6 años, uno de mis hijos daba por sobreentendido que en las elecciones los adultos deberíamos ir a votar, lógicamente, al "Botánico". También él dedujo que con seguridad existía vida en los otros planetas "si no, no sabríamos cómo se llaman", me explicó con simpleza. Con una lógica similar, hizo un descubrimiento empírico sobre un tema que lo tenía bastante afligido. Con entusiasmo les reveló a sus compañeros de guardería: "Los camellos existen, entonces los Reyes Magos sí existen". Mi otro hijo, ya más grande, estaba seguro de que Moisés había abierto las aguas para que el pueblo hebreo pudiera cruzar por el estrecho de Bering. Ambos entendían que cuando los adultos recibimos un billete y lo miramos a trasluz, era para leer si dice "Verdadero" o "Falso".

Con idéntica inocencia, según me contaron hace poco, una niña llamada Mónica suponía que a la leche la daban las vacas blancas, las negras daban café y las marrones, café con leche.

Hasta los 16 años de edad una compañera estuvo convencida que "tener sexo oral" no era ni más ni menos que "hablar con alguien sobre temas relacionados con el sexo". Una mujer, ya mayor, creyó toda su vida que los llamados "bebés de probeta" realmente crecían durante nueve meses en tubos de ensayo y frascos de laboratorio.

Hasta los 12 años, una escritora conocida estuvo convencida de que La marcha de la Bandera, era La marcha de Lavandera y varios de mis compañeros del secundario sostenían que la patriótica Marcha de San Lorenzo, que tan a menudo entonábamos en la formación, comenzaba con una palabra cuyo significado desconocían: "Febuasoma".

Ya no tan niño, el hermano de un escritor amigo ni dudaba de que lo único que se podía consumir en una confitería era ¡por supuesto! "confites".

Algunas ingenuidades han llegado hasta mis oídos gracias a los medios de difusión; al movilero de una radio cordobesa le preguntaron de qué material estaba hecha la escultura que acababa de describir a la audiencia: "Y bueno –respondió con bastante fastidio ante la obviedad de la pregunta–, tal como dije recién, la autora es una reconocida artista plástica, y como tal, trabaja con material plástico".

No hace mucho comprendí que esta modesta recopilación me había transformado en algo parecido a un coleccionista ¡justo yo! que nunca entendí a los coleccionistas y su pulsión insaciable por tener al mundo todo muestreado y catalogado, encasillado y clasificado, ordenado y referenciado ¡justo yo! que considero a este hobby un esfuerzo tan interminable como vano.
Mariano Cognigni

jueves, 23 de julio de 2009

El significado de las botellas

Hay cosas de la cotidianeidad que incorporamos como aceptables e incuestionables hasta que un niñito nos pregunta ¿y para qué es eso? Siempre y cuando no dejemos de deslumbrarnos con lo ya visto y repreguntarnos lo ya sabido, podemos llegar a escuchar esa voz inocente que, desde nuestro interior, nos impulsa a averiguar o a googlear temas comunes que, al rescatarlos de la vida misma, pasan a recobrar importancia, y ahí nos decimos: “Cierto, qué significará eso que veo todos los días sin saber cuál es su origen o su razón de ser”. Algo así me pasó al ver que en algunos canteros de los jardines de las casas acostumbran recostar botellas de plástico llenas de agua, cercando las plantas o al pie de los árboles. ¿Qué receta mágica habría detrás de este amuleto reciclable? ¿acaso los espantapájaros del campo fueron reemplazados por botellas-espanta-perros-y-gatos en la ciudad? Y de ser así: Cómo un objeto tan simple, inmóvil y aparentemente inofensivo cumple la misión de evitar que estos animales domésticos quemen las plantas con su orín? Las explicaciones no científicas dicen que puede ser porque los reflejos del sol sobre la botella distorsionan la vista de los animales y esto los ahuyenta o que al ver su propio reflejo se alejan; es decir un efecto parecido al del mito de la bolsa de agua que espanta a las moscas porque funciona como una lente de aumento en donde todo se ve mas grande, lo cual las asusta; incluso si de teorías de reflejos se trata, hay quienes cuelgan CD de sus ventanas altas o en terrazas para ahuyentar palomas y murciélagos. Otras versiones que no tienen que ver con lo lumínico sino con lo instintivo dicen que es porque los perros y gatos no suelen ensuciar el lugar donde podrían saciar su sed, algo así como readaptar el dicho popular de “donde se come no se c…” por el de “donde se bebe no se c…”. En caso de que ambas teorías no sean muy convincentes, puede apelarse al sentido común y solo decir que se trata de que el animal no se anima a hacer lo suyo ante un elemento extraño o que las botellas le quitan el espacio que necesitan para hacer sus necesidades. En definitiva, la idea de encontrar una botella portadora de algún mensaje lejano que llegó a la superficie de un patio tras profundas excavaciones es tan improbable como la mágica creencia popular de que las botellas plásticas funcionan efectivamente como ahuyentador de animales. De ser esto posible, se buscarían soluciones milagrosas, apoyadas en simples objetos-ahuyentadores, para también alejar del ingreso a las viviendas de vendedores, predicadores, vecinas chismosas y encuestadores.

martes, 21 de julio de 2009

"Las cosas no eran desechables, eran guardables"

En un mundo donde todo es descartable y muy poco reciclable, la etapa del “guarde, guarde que alguna vez puede servir” ya pertenece al pasado lejano. Recuerdo a mi abuelo que juntaba en frascos toda clase de tornillos, arandelitas y clavos convirtiendo el galpón del fondo en una ferretería que se fue empolvando y oxidando con el paso de los años de su ausencia … nada se tiraba … nada se tira. Hoy mi abuela lava las bolsitas de nylon y las cuelga en el tendedero cual prendas de vestir, para reutilizarlas, y en su obstinación ecologista las bolsas flamean empañadas y arrugadas, escurriéndose, pese a tener su cesto lleno de otras que se compactan y aún asi desbordan.
Pero no hay como el escritor Eduardo Galeano para reflexionar y describir esa vieja costumbre de guardar cosas, no como coleccionista, sino como una forma de demostrar mayor cuidado y valor de todo cuanto nos rodea. Este ensayo vale la pena ser navegado a los largo de ese mar de palabras e interrogantes:

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!
Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de.......... . años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor.
Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar(porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.
Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.
Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.
Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se tansformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
Ah¡ No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.

lunes, 20 de julio de 2009

El mago y el rey.

Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.
Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del reino.
Invariablemente todos le decían lo mismo:
-Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él, él conoce el futuro.
(En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente “magos”).

El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.
No decían lo mismo del rey.
Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso.
Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan:
Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus poderes…
Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó…
…Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le silencio de todos le preguntó:
- ¿Es cierto que puedes leer el futuro?
- Un poco – dijo el mago.
- ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?
- Un poco – dijo el mago.
- Entonces quiero que me des una prueba – dijo el rey -
¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?
El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.
- ¿Qué pasa mago? – dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?… ¿no es cierto que puedes ver el futuro?
- No es eso – dijo el mago – pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
- ¿Cómo que no te animas?- dijo el rey-… Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes… Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:
- No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey…
Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.
El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.
Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio…
Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que se había equivocado.
Su odio había sido el peor consejero.
- Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.
- Me siento mal – contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido.
Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones…
El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.
¿Habría leído su mente?
La predicción no podía ser cierta. Pero… ¿Y si lo fuera?…
Estaba aturdido.
Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.
El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:
- Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.
- ¡Majestad!. Será un gran honor… – dijo el invitado con una reverencia.
El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen su puerta asegurándose de que nada pasara…
Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa.
Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro asunto… (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).
El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados – aceptó…
Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.
Pasaron los meses y luego los años.
Y como siempre… estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.
Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa.
Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.
El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.
Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.
Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más odiado enemigo
Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró le dijo:
- Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho.
- Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón.
- Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban… Estoy tan avergonzado…
- Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho.
Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.
Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos.
El mago lo miró y le dijo:
- Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, – el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí… Te confieso hoy que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado nunca.
Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles… y sin embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.
Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.
El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos…
Cuenta la leyenda… que misteriosamente… esa misma noche… el mago… murió durante el sueño.
El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente… y se sintió desolado.
No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.
Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo.
¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte?.
Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.
Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos…
Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.
Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.
Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.
Cuenta la leyenda… que esa misma noche… veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía… quizás de casualidad… quizás de dolor… quizás para confirmar la última enseñanza del maestro.
Jorge Bucay

¡¡FELIZ DIA DE AMIGO!!

lunes, 13 de julio de 2009

Zapatillas colgadas, mito urbano-marginal



Siempre me he preguntado qué significado tienen las viejas zapatillas que, unidas por los cordones, penden del tendido eléctrico en algunas esquinas de los barrios. Desde conjeturas ingenuas hasta ideas mafiosas circularon por mi mente sin darme cuenta que esa extraña fisonomía barrial ya forma parte de las leyendas urbanas de las grandes ciudades. Las teorías pesadas dicen que son la señalización del lugar donde se encuentra el puntero (leader) que vende drogas en esa delimitada zona liberada del control policial (según el número de zapatillas colgadas y la posición de éstas, indicarían el tipo de sustancia que se vende), también como una demarcación del sitio donde la mafia ha matado a un delincuente o una constancia de robo ya que al asaltar a una persona el ladrón le indica que se quite el calzado y lo arrojan allí para dejar constancia de su «hazaña». . Otras versiones que circulan en el imaginario popular hablan de peleas entre bandas quienes, ante la derrota, en vez de flamear el clásico banderín blanco, cuelgan los guantes pandilleros, es decir: cuelgan las zapatillas en señal de reconocerse vencidos ante el adversario marginal. Nada de pensar en algo simple como que las zapatillas cuelgan de los cables por una simple competencia de chicos que en una aburrida siesta inventan juegos de destreza o por una simple pero impráctica cuestión de airear los malos olores del calzado. Aunque uno puede pensar en una simple broma (y de seguro las habrá), las deshilachadas zapatillas también pueden indicar la frontera del territorio de una banda callejera así como un anuncio barrial que va desde celebrar el fin de un curso académico, anunciar un matrimonio próximo, la pérdida de la virginidad, el fin de la milicia o un nacimiento para dar buena suerte de que el niño tenga buen pie . Por lo visto el mito urbano siempre roza más lo marginal y lo delictivo que lo lúdico o artístico. Algunos ya le han dado una novedosa denominación: “Shoefiti”, se trata de un juego de palabras en inglés que combina los vocablos zapato y graffiti, clasificando esta vieja costumbre de zapatillas colgantes como un arte alternativo. Quien hace homenajes artísticos colgando zapatillas por el mundo es el artista Juan Domingo Santamarina, en Roma colgó sólo zapatillas negras como forma de recordar a las víctimas del fascismo; a este argentino no le falta puntería ni creatividad para usarlas también como crítica a la sociedad de consumo utilizando sus mismas armas, su ingenio seguirá mientras no avance la tecnología inhalámbrica. Tal vez existan muchas explicaciones racionales o irracionales para levantar la vista y ser observados soberbiamente por un par de suelas que se balancean, entre ellas: que sea un acto de reivindicación machista ya que siempre son zapatillas y nunca calzado con tacos; una señal de protesta de gente pobre y desganada que las usa como una pancarta implícita que dice “arriba los vagos”; como una forma de simplificar el trabajo de los Reyes Magos; como un mensaje de crecimiento de un niño cuyo nuevo calce lo hace sentir que ya es mayor; como la metáfora del hombre soñador que quiso caminar hacia el cielo y sentirse libre de las ataduras que lo acordonaran a la tierra; quizás Gonzalo de la novela "Los exitosos Pells" hizo el recambio de sus zapatillas rojas y colgó las viejas; o una moderna cenicienta que se cansó de esperar que un príncipe suburbano hiciera la prueba del calce, o como una original vidriera que expone innovadores calzados voladores que dejan huellas aéreas. En Bs. As. las zapatillas colgadas ya son un ícono-homenaje por los jóvenes que murieron en el incendio del boliche en Cromagnon, por lo cual colgaron cientos de zapatillas (muchas de ellas pertenecientes a las mismas víctimas) a lo largo de Av. de Mayo las cuales tenían escritas leyendas como "Justicia por nuestros callejeros". En tanto que en la película "El gran pez" (Big Fish) colgaban las zapatillas que traía el nuevo habitante del pequeño pueblo como símbolo de que nunca más se iría de la ciudad. Si bien es más común verlas en zonas urbanas, también se balancean en cables que atraviesan campos o en cercanías a diques, ya que en estos lugares esta práctica se utiliza para pedir que llueva en años de sequía.Por lo visto, los códigos para descifrar los distintos mensajes depende de cada cultura o sub-cultura así como de la imaginación de quien levante la vista y observe cómo, un triste par de zapatillas en desuso, se colgó de los cables … suicidándose.

martes, 7 de julio de 2009

Barbijo: moda o modalidad?



¿Exageración o excentricidad? ¿Homenaje a Michael Jackson o pancartas faciales portadoras de mensajes e íconos? ¿protección contra la nueva gripe o nuevo accesorio que inaugura una moda? ¿mudo testigo en casamientos o cobertor parcial para estatuas a la intemperie? ¿camuflador social de muecas burlonas o nueva máscara para la delincuencia? ¿Filtro para protegerse del humo de las manifestaciones o bozal para contener la rabia de quienes protestan o son víctimas de sus acciones? El barbijo ha tomado protagonismo en distintos formatos y con diferentes funciones, amoldándose a una sociedad que tiene múltiples virus que la afectan.