lunes, 15 de febrero de 2010

Un día lunes de miércoles



Todos los lunes son difíciles de comenzar, pero este está siendo el más increíblemente complicado que me haya tocado pasar.

Por empezar, antes de salir ya me enteré por el noticiero sobre el paro sorpresivo de la TAMSE que hizo que el viaje al trabajo directo en 15 minutos lo hiciera en 1 hora 45 minutos en 2 colectivos.

Luego, la repentina caída de mi celu a la calle convertida en rio por las intensas lluvias, justo en el preciso momento en que cumplía con informarle a mi jefe acerca de mi llegada tarde. Luego de enviarle el sms, la pantalla me acusó “Inserte SIM” y luego se quedo SIN servicio.

Por lo tanto decido ir a la casa central de Personal y explicarle a la chica de atención al público sobre mi problema, mientras ella miraba la pantalla buscando mi número en su sistema, escucho que me pregunta: “¿y cómo está tu abuelita?”

Yo no lo podía creer!, tanta información precisa y actualizada tiene el sistema de la empresa de telefonía celular?, dónde estaba el ojo de Gran Hermano al estilo The Truman Show? o acaso era una cámara oculta?, tal vez todo era parte de una larga pesadilla de esas sinsentido de la cual pronto despertaría.

Nada de eso, quien me atendía era una amiguita de mi infancia y vecina que los años habían vuelto una total desconocida para que mi memoria pudiera reconocerla.

Salgo de ahí con el mismo problema con el que había ingresado. Me quiero distraer viendo negocios varios, ingreso a uno y una explosión alerta a todos, salgo y veo gente reunida frente a la legislatura en Deán Funes, no se trataba de un espectáculo callejero, sino de un niñito de unos 7 años que había tocado los tapones de una caja de electricidad que le explotó en la cara quemándole el rostro. Su ahogado llanto solo era para rogarle a la mamá que volviesen a casa.

Y eso que recién estamos a mitad del lunes, aun me falta el segundo turno laboral, el gimnasio y volver a casa … que más puede pasar? … mejor no preguntar. Sólo sé que está a centímetros de convertirse en un día de furia, si no fuera por algunos matices tragicómicos, de esos que te hacen pensar “esto no me puede estar pasando”.

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