jueves, 6 de mayo de 2010

Prohibido fumar: el humo del cigarrillo hace llorar.



Una de las normas de la buena atención al público es saber y poder decir las cosas de manera correcta, justa y diplomática, sabiendo tratar al cliente según el perfil del ojo experto que ya lo cataloga de entrada como discutidor, conversador, negativo, exigente, coqueteador, tímido, indeciso u ofensivo.

Pero a veces la teoría, los cursos y la experiencia no alcanzan para situaciones particulares, como ocurrió esta mañana cuando ingresó un cliente que vive con el cigarrillo incorporado a su mano cual apéndice vicioso.

No hay persona más irritable que aquella a la que le pedís que no ingrese al local con el cigarrillo encendido o que lo apague antes de entrar. Sin embargo, en este caso, la justificación del fumador convirtió al escritorio en un diván psicológico.

De pronto la rigidez de las facciones del cliente se aflojaron y la mirada dura se le cristalizó en una capa de lágrimas contenidas. En síntesis nos contó que las dos únicas veces que había logrado dejar de fumar, al poco tiempo había perdido a sus seres más amados: su pequeño hijo y a su nieto, en distintos momentos de su larga vida de fumador.

“Cada vez que la gente me dice ¿POR QUE NO DEJAS DE FUMAR?!, no puedo explicarles todo esto. A veces dicen que cada familia es un mundo, pero también las personas somos mundos”.

Y después que se fue, con su mundo gris por tanto humo de cigarrillo y por la neblina que deja el dolor de las pérdidas, entendí que así como toda regla tiene su excepción también la tienen algunas prohibiciones, como la de fumar.

1 comentario:

  1. que bien!!! pero...los derechos de uno empiezan cuando termina el derecho de los demás...ese derecho a respirar y gozar del aire puro que es único y que debemos cuidar...

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