jueves, 4 de junio de 2009

Escribir o no escribir?


Ser o no ser … escritor; tener o no tener … talento; escribir o no escribir … en un blog. Hoy en día se puede tener un blog sin las limitaciones de las líneas editoriales de los periodistas ni la presión de las demandas del mercado de los escritores. Esta libertad del blog, como reciente incursionadota de este espacio on-line, me devuelve una pregunta: Qué escribir o “subir”?. Es ahí cuando veo que el límite y el rumbo a veces lo plantea el continuo feedback a través de los comentarios que sirven como un termómetro de interés y una brújula de orientación; es ahí cuando empiezo a preguntarme: ¿para qué escribimos en un blog?, será para promocionar lo que allí ponemos?, o para contar nuestras vivencias como una forma de terapia virtual? O para hacer contacto con otros y comunicarnos profundamente en este mar de sinsentidos y superficialidades? O por cuestiones más egoístas como ser reconocidos, para llenar vacíos o querer convertirnos en los escritores que soñamos alguna vez ser leídos?
En esto de crear un blog pienso que también hay una necesidad de querer trascender sintiendo que nuestro aporte va a activar alguna tecla de cambio, va a dejar esa marca imborrable en alguien, va a hacer vibrar a un corazón acorazado o va a frotar la lámpara de nuestros genios interiores. Tener este espacio es una oportunidad para escribir desde la experiencia y con la inspiración, convirtiendo las palabras en “links” que nos remitan a páginas de nuestra memoria emotiva y que clickee en lo más hondo de nuestro ser.
“Aquella noche me di cuenta que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido. Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido”, confesaba Eduardo Galeano en “Día y noches de amor y de guerra”.
Y tal vez podamos ser así de sanamente ambiciosos y aprovechar el blog como puente para llegar a nuevos lugares, o como un camino para volver a encontrarnos con nosotros mismos y a la vez inmortalizarnos en los demás.

2 comentarios:

  1. Es increible el efecto que producen las cosas que decimos. La mayoria de las veces no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias.
    Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo primero que nos ocurre es tener un pensamiento que puede ser bueno o malo, luego, si no cortamos ese pensamiento, se puede transformar en palabras y posteriormente en acciones. Por eso es importante inclusive revisar nuestros pensamientos porque alli comienza todo.
    Muchas veces lastimamos, ofendemos o enredamos las cosas solo con lo que decimos o dejamos de decir, por eso tenemos que pensar antes de hablar. Una vez alguien dijo: "Dios nos dio dos oidos y una sola boca, usemosla en esa misma proporcion", es decir escuchemos mas y hablemos menos.
    Tratemos de construir al hablar y no destruir. Una recomendacion que les doy es que confirmen si la otra persona esta entendiendo exactamente lo que Ud. quiere decir. Muchas veces preguntamos: ¿entendiste? y la otra personas responde: si, eso no es suficiente, preguntemosle que entendio y verifiquemos si es o no lo que queriamos decir, de esa manera se ahorra uno muchos malos entendidos. La comunicacion no es nada facil, por lo general hablamos muy rápido y no nos tomamos el tiempo para aclarar muchas cosas.
    Las palabras encierran un poder que desconocemos pero que cada dia se comprueba mas y mas, trabajan sobre nuestro cerebro constantemente enviandole informacion. Esta informacion genra en nosotros sentimientos, actitudes, pensamientos, etc. Si hablamos cosas positivas, es mayor la probabilidad de que sucedan cosas buenas, si hablamos cosas negativas, pues eso sera lo que recibamos.
    De ti depende si las usas para bien o para mal, tanto para ti como para los demas.

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  2. Completo tu idea con lo que dice Eduard Punset en “El alma está en el cerebro”: “Una de las mentiras más intrigantes es la que sugiere que el lenguaje está hecho para entendernos. Desde luego, cuesta admitir que el lenguaje no sirva para eso, pero si el lector mira a su alrededor, observará que el lenguaje también sirve para confundirnos. Al menos, se trata de una herramienta muy imperfecta. Nos cuesta definir con palabras nuestros pensamientos y emociones, y por otro lado, nos cuesta adivinar qué quieren decir los otros cuando hablan. Por eso completamos nuestra comunicación con signos, con entonación, con gestos, con miradas, con sonrisas. (...) Nos comunicamos aunque sabemos que nuestra comunicación es imperfecta. Nos comunicamos a pesar de la confusión que generamos y a pesar de las limitaciones de nuestra comunicación".

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