jueves, 5 de noviembre de 2009

Los Cisnes con nostalgia.


Me produce cierto encantamiento todo lo rustico y lo antiguo visto a través de la reconstrucción de cómo era algo en el pasado en general: desde la fisonomía de construcciones, calles, vehículos, artefactos hasta modas y costumbres.

Por eso, cuando voy al galpón del fondo de la casa de mi abuela y encuentro baldes de metal, bicis viejas o partes de un triciclo, me siento como transportada por un túnel del tiempo, como si al tocar esos objetos no sólo se me llenaran los dedos de polvillo y oxido, sino también el corazón se me empolvara de tibios recuerdos.

Eso mismo me pasó al ver esta foto de una casona antigua situada en una esquina del pueblo Los Cisnes, en un blog (cuyo autor es oriundo de ese lugar) que recopila postales en blanco y negro que te llevan a ese rincón del ayer.

Los lugares: donde las pulperías, los bodegones y los clubes de bailes fueron reemplazados en las ciudades por los pubs, restaurantes o boliches. Las fachadas: donde en algunas calles de tierra aun circulan los colectivos con trompa y donde se mantienen intactas las casonas de frente de ladrillo sin revocar, con aberturas altas y pisos cual tablero de ajedrez. Las costumbres: donde los pañales de tela flameaban mientras de fondo la madre lavaba con todo el cuerpo fregando en los piletones con tabla de pórtland.

Hoy en día también se decoran los lugares de encuentro con objetos de ese tiempo pasado: máquinas de escribir antiguas, barriles, salamandras, ruedas de carretas, cajas registradoras de época, etc.

Es la moda retro que se impone porque toca la cuerda nostálgica del interior de cada persona, como si al entrar a esos lugares reciclados o al viajar a un pueblo como El Cisne, uno volviera a sentarse en el suelo de tierra a jugar con el caballito de madera en una tibia siesta de nuestra infancia.

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