martes, 22 de septiembre de 2009

UN DIA DE FURIA



Hoy fui victima de un secuestro express: me desaparecieron de la calle todos los colectivos de la empresa TAMSE (las 3 líneas de las que dependo: T, 500 y 501) en las horas pico: Hubo una serie de imprevistas ASAMBLEAS DE FINAL DE LINEA, es decir: PARO DE COLECTIVOS, y los pasajeros fuimos nuevamente los rehenes de estas medidas.
De pronto el poste de la parada del colectivo se convirtió en un altar donde rogaba que el letrero con los recorridos girara y se convirtiera en una garita donde guarecerme del helado frío que sobrevino a la primavera.
En esa eterna espera uno empieza a soñar con ser la afortunada ganadora de todos los concursos de sorteos de autos en los que participó (tanto el enviado por sms, raspaditas o las cartas del IVA y vuelta) para que al fin la suerte frote la lamparita de Aladino, y poder dejar de ser esa sufrida clase media que padece el transporte urbano de pasajeros.
La costumbre de levantar el brazo para detener el colectivo termina convirtiéndose en un gesto de fastidio y de desesperanza. A lo lejos, el perfil de lo que parece ser un ómnibus de seguro termina siendo cualquier cosa, desde un tren descarrilado hasta el camión recolector de basura, menos lo que se espera.
Y es que las asambleas (o paros) sorpresivos no son razones que se puedan esgrimir validamente a la hora de llegar tarde al trabajo, perder un examen o ver cancelado un turno médico … Quién te bonifica el tiempo perdido? Quien se encarga de que las verdaderas razones que les damos al otro no suenen a pretexto? Quien reestablece el avasallado derecho a la libre circulación y del uso de un eficiente servicio por el que pagamos y cada vez mas caro?
Hay una publicidad en la que una persona que al fin logra acceder a un vehículo se dirige a despedirse de sus compañeros de la parada del colectivo, creo que el publicista que la ideó sabe muy bien de la hermandad que se forma entre desconocidos que compartimos la misma odisea diaria, es como cuando los sobrevivientes de una tragedia se aúnan con lazos mas fuertes y solidarios que los de una familia.
La opción de un taxi estaba descartada ya que los pocos que estaban disponibles se ofrecían como cospeleros (un viaje al centro por un cospel) pero como viajo con tarjetas (al igual que muchos otros en esa parada) no estábamos en la lista de pasajeros posibles.
Ya no me importaban ninguna de todas las cosas que siempre me molestan de viajar en bondis: desde el que baja por delante cuando no tiene impedimentos físicos para hacerlo por detrás, ni el colado de la fila, ni las habituales demoras, ni que la persona que se pone a tu lado en la cola te pregunte ¿hace mucho que esperas?, en vez de hacerle esa pregunta al que encabeza la fila.
Cuando al fin consigo tomar una línea alternativa, descubro que el recorrido se vio alterado por el arreglo de un largo tramo de obras públicas, por lo que el viaje se hizo mas largo del habitualmente previsto.
Lo único que quería era por fin poder llegar a casa (al trabajo ya había llegado tarde) … pero recién dos horas después arribé a mi barrio, como ya faltaba menos para cubrir el trayecto a pie empecé a correr, cuando estaba llegando a la puerta de casa (la misma queda a pocos metros de una parada de colectivo) noto que el coche de la línea N5 que venia a la par mía, disminuía la velocidad, seguramente el chofer creía que yo estaba corriendo para llegar a tiempo para tomarlo … con una expresión entre incrédula y exhausta levanté el brazo, y con una señal de saludo simil-militar, lo despedí.

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